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viernes, 17 de abril de 2020

TEORÍA POLÍTICA DE THOMAS HOBBES Y ROUSSEAU

 

HOBBES

Thomas Hobbes es el primer filósofo moderno que elabora una teoría contractualista. La visión antropológica que se desprende de sus escritos no es muy halagüeña. A pesar del ropaje materialista y científico de su filosofía la imagen de los seres humanos que destila su obra es la de unas criaturas egoístas, pendencieras y estúpidas. Lo que le llevó a pensar que la gobernabilidad de los hombres era prácticamente imposible sin un gran poder capaz de atemorizarlos a todos.
Es posible que el genio de Hobbes fuese naturalmente misántropo. Pero la época que le tocó vivir no le dio muchas posibilidades de modificar su ánimo. Nació en 1588 de forma prematura a causa del terror de su madre al constatar que la armada española se acercaba a las costas británicas. A propósito de aquel acontecimiento el propio Hobbes dirá: «El miedo y yo nacimos gemelos». Frase que es toda una presentación. Después de tan accidentado nacimiento la cosa no fue mucho mejor. A la vez que el continente europeo se desangraba en cruentas guerras de religión, Hobbes vivió en su propio país dos guerras civiles, la decapitación del rey Carlos I, la dictadura de Cromwell y la restauración de la dinastía de los Estuardo. Hubo entonces uno poco de paz y tranquilidad en Inglaterra. Para mantener esa paz anhelada tan escasa en la época, Hobbes defendió de facto durante sus últimos días la monarquía de Carlos II, rey católico con pretensiones de monarca absoluto; aunque la legitimación que el filósofo propondrá no será religiosa sino pretendidamente racional. El sujeto temible al que todos deberían obediencia se llamaba Estado. En su obra fundamental Leviatán, publicada en 1651, lo comparaba con el terrible monstruo marino que aparece en la Biblia. Hobbes murió en 1679 sin llegar a conocer la monarquía constitucional a la que daría lugar la Revolución Gloriosa de 1688.
Para Hobbes los hombres en estado de naturaleza están dominados por sus pasiones: el instinto de conservación y la búsqueda de su propio bien. Todos compiten por las mismas cosas, desconfían de los otros y buscan reconocimiento y gloria. Dado que tienen también libertad natural para conseguir sus fines aun a costa del bien de los otros, la situación desemboca pronto en una guerra de todos contra todos. La situación de guerra no es siempre explícita. La desconfianza mutua y la disposición a la lucha es ya una situación de guerra. Y aunque no haya violencia física durante algún tiempo no quiere decir que haya paz, sino tregua:
«durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque la guerra no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el lapso en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente.»1
De modo que este es nuestro comportamiento natural: el hombre es un lobo para el hombre. Cuando la violencia se hace patente, podría ocurrir que los más fuertes ganaran esta guerra y al menos se produjese una cierta estabilidad duradera. Pero según Hobbes esto es prácticamente imposible. Cierto que hay hombres más fuertes que otros, pero nuestras capacidades pueden ser potencialmente equivalentes en una situación de conflicto continuado. Aunque algunos sean más fuertes, otros son más hábiles o más inteligentes, y en cualquier caso todos tenemos que dormir en algún momento y estar en una situación de máxima vulnerabilidad. Siendo así, la guerra entre todos no satisface a nadie y la victoria definitiva de unos sobre otros no se produce nunca. En tal escenario predomina el miedo y la vida de los hombres es corta y miserable; los hombres son enemigos entre sí y cada uno depende de su fuerza y de su ingenio para sobrevivir:
«En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.»2.
Hobbes no considera que el hombre en estado de naturaleza sea malvado. El lobo que degüella un ternero tampoco lo es. En estado de naturaleza no existe el bien o el mal moral, ni en lobos ni en humanos, pues todos tienen la libertad natural de satisfacer sus instintos naturales. La valoración moral o la justicia solo podrá aparecer en un estado civil donde existan leyes de obligado cumplimiento.
Dado que los hombres tienen también conocimiento y razón procuran un pacto o contrato entre ellos para acabar con esta penosa e insociable situación natural. Las abejas o las hormigas son sociales por naturaleza, como dijo Aristóteles, pero los seres humanos tenemos que alcanzar el grado de sociedad de modo artificial, a través de un peculiar rodeo. En este pacto todos los hombres renuncian a su derecho natural, es decir, a ejercer su natural libertad para alcanzar sus fines egoístas sometiendo o dañando a otros si fuese necesario. Pero tal norma básica no sería practicable si no hubiese un poder incuestionable y coactivo que les obligase a todos. De modo que acuerdan dar este poder a un solo hombre o a un grupo para mantener el orden y procurar la paz. Tal hombre o asamblea de hombres es el soberano y tendrá un poder absoluto, indivisible e irrepresentable. Se constituye así la sociedad civil y el Estado.
El soberano posee un poder absoluto y no está sometido a ley alguna, pues permanece en estado de naturaleza. El contrato se ha hecho entre los hombres, pero no con el soberano. A partir de este momento los hombres serán súbditos del soberano. La única incuestionable exigencia al soberano es procurar la paz. Los súbditos no tienen derecho de resistencia o rebelión ni siquiera ante un jefe cruel o pendenciero, pero si el pueblo se rebela y establece otro soberano, este último habrá de ser igualmente respetado para que el pacto primigenio, y sus incuestionables beneficios, siga vigente.
Thomas Hobbes es visto por algunos como el precursor de los estados totalitarios del siglo XX y por otros como el primer filósofo liberal. En cierto sentido ambos tienen razón. Si la condición del pacto social es la instauración de la paz, una paz sincera entre todos los súbditos, esto pasa por el respecto a la vida y la conservación de la misma tanto de los súbditos entre sí como del soberano hacia sus gobernados. Tal condición actúa como una especie de derecho natural necesariamente respetado por el soberano y por tanto como un mínimo Estado de derecho de corte iusnaturalista.
«Si el soberano ordena a un hombre (aunque justamente condenado) que se mate, hiera o mutile a sí mismo, o que no resista a quienes le ataquen, o que se abstenga del uso de alimentos, de la medicina, o de cualquier otra cosa, sin la cual no puede vivir, ese hombre tiene la libertad de desobedecer.»
Pero dado que el soberano puede dictar la ley según su voluntad, y esta ley será la única justicia posible, el Estado de Hobbes nos recuerda también a los regímenes totalitarios. Para Hobbes es el poder y no la verdad el que hace la ley (Auctoritas non veritas facit legem). Frase que habría subscrito Hitler sin ningún problema. Hobbes se muestra entonces como un iuspositivista puro que no reconoce una instancia previa y superior que pueda determinar la justicia ni limitar el poder



ROUSSEAU



Estado de naturaleza
Rousseau considera la civilización a partir de un modelo degenerativo. La historia de los hombres deviene desde un idílico Estado de Naturaleza hasta la Civilización corrupta del Antiguo Régimen. Sin embargo, para Rousseau el Estado de Naturaleza no es algo histórico, es más bien un “artificio”, una “construcción mental” o una hipótesis de trabajo. Se trataría de imaginar cómo sería la vida del hombre al margen de toda sociedad organizada y de toda noción de Estado. Según Rossseau, el hombre en el Estado de Naturaleza es naturalmente inocente, solitario, libre e independiente. El apareamiento se produce por encuentros casuales y la relación madre-hijo perdura hasta que el niño puede valerse por sí mismo. Los hombres viven en el presente, sin noción de futuro. Su mayor preocupación es la propia conservación y la supervivencia. Son egocéntricos, pero su egocentrismo se ve compensado por su “compasión natural”: sienten espontáneamente piedad ante las penurias de otros seres humanos. En el Estado de Naturaleza los deseos de los hombres coinciden con sus necesidades naturales y por tanto son limitados, simples y se satisfacen fácilmente. Cierto que hay desigualdades de tipo físico como la edad o la fuerza, pero dada la simplicidad de las necesidades, la independencia de los individuos y la abundancia de bienes, dichas desigualdades no son objeto de competencia ni son por tanto determinantes para la supervivencia.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA ÉTICA DE KANT 2/2 (VIDEO)




LOS POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA 
1. ¿Qué es un postulado? 
En matemáticas o en física se suelen admitir proposiciones sin comprobar su verdad. Esto es; se postulan y constituyen postulados. La razón de estos postulados es que si consideramos que son verdad, aunque no tengamos una certeza absoluta sobre ellos, todas las demás proposiciones de la teoría o el teorema en cuestión encajan en un todo unitario, y la explicación adquiere un cierto sentido y verosimilitud. Por ejemplo, en geometría es famoso el postulado de las paralelas: “Dos rectas que tienen todos sus puntos respectivos a la misma distancia no se cortarán jamás, o se cortarán en el infinito, al ser prolongadas indefinidamente”. En física relativista existe otro postulado famoso: “La velocidad de la luz es constante independientemente de la fuente de emisión”. En rigor no se ha comprobado que las rectas paralelas no se corten nunca. Tampoco Einstein hizo experimentos para demostrar la constancia de la velocidad de la luz. ¿Por qué se admiten entonces? Si consideramos verdaderas estas proposiciones la geometría y la física adquieren más sentido y verosimilitud. Digamos que todo se hace más comprensible, lógico y armonioso. La admisión de un postulado no es un acto de fe pura, pero tampoco es una certeza científica al uso. Podríamos considerarlo como algo intermedio, una cierta fe racional. Kant, desde las exigencias de la razón práctica, propone tres postulados que se deben admitir: la libertad humana, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. 

2.Postulado de la libertad humana. 
Si un ser no es libre no puede ser moral.El hombre, en algún sentido, no es moral ni por tanto libre. Si nos tiramos por la ventana nuestro cuerpo está determinado, como los minerales, por las leyes de la física. Una vez en el aire no somos libres de caer o no caer. Desde que nacemos desarrollamos, crecemos, mudamos los dientes, etc. Estos procesos son “vegetativos” y se realizan como el crecimiento y desarrollo de una planta, sin nuestro permiso. También el hombre posee, como los animales, instinto. Cuando tenemos sueño, dormimos. Cuando tenemos hambre, comemos. En algún sentido estamos, como los animales, condicionados por nuestro instinto. No obstante, esto no es del todo cierto. La moralidad en el hombre, como hemos visto, es un hecho incuestionable. El hombre hace cosas buenas o malas, puede trascender el instinto y no comer aunque tenga hambre, por ejemplo en una huelga de hambre. Esto nos diferencia de los demás seres naturales. Por lo tanto si no queremos caer en el absurdo, en el sinsentido, debemos suponer que el hombre es libre. No tenemos una prueba absoluta de la libertad humana. Aun trascendiendo el instinto, nuestra acción podría estar determinada por otros factores desconocidos por nosotros o por un dios bromista que nos utilizase como piezas de ajedrez. Pero como estamos persuadidos de que el hombre es moral debemos admitir, postular, que es también libre. Si no fuese así ni las cárceles que castigan ni los premios literarios o científicos que reconocen una acción meritoria, tendrían sentido ¿Cabe premiar o castigar a alguien que no elige ni es responsable de lo que hace? La deducción de Kant es de este talante: como el hombre es moral debe de ser libre. La libertad humana es una exigencia de la razón práctica, aunque no haya certeza absoluta sobre ella. En algún sentido, dice Kant, somos fenómenos en el espacio y el tiempo y en este sentido corporal, vegetal y animal, somos seres determinados y no libres; pero en otro sentido podemos ser considerados como noúmenos pues poseemos una voluntad íntima independientemente del espacio y el tiempo y no sometida a leyes científicas. Somos en este sentido seres libres. 

 3.Postulados de la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
 Si nuestras acciones se realizan siempre por deber alcanzamos la virtud. Ahora bien, el hombre virtuoso merece la felicidad como recompensa, merece un premio. El hombre que no actúe por deber sino en contra de éste, perjudicando siempre a otras personas si fuese necesario, merece un castigo. Sin embargo el mundo no es como debe ser y en el mundo encontramos a menudo hombres virtuosos sumamente desgraciados y hombres no virtuosos que viven una existencia plácida y regalada. Aquello de “con lo bueno que es y lo mal que se han portado con él” o “con lo honrado que es y está encarcelado” o “sabemos que es un criminal, sin embargo es rico y disfruta de libertad, no hay derecho”. Estas injusticias se dice popularmente que “claman al cielo”, es decir, que estas injusticias exigen, de algún modo, que se solucionen; y por eso exigen un cielo, un más allá. Éste es el sentido que tiene la postulación de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma por la razón práctica. No podemos demostrar ninguna de estas afirmaciones, pero podemos postular que deben ser verdaderas para que la armonía moral se restablezca; para que el malvado sea castigado y el virtuoso recompensado con la felicidad. Dios pues debe existir y debe existir también otra vida (el alma ha de ser inmortal) en la cual Dios, supremo juez, restablezca este orden y de felicidad a quien la merece y no la de correspondientes, tenderá a un ideal utópico de santidad. El cielo y el infierno que Dios propone tiene pues un sentido pedagógico. Todos tendemos en la eternidad del tiempo a perfeccionar nuestra alma y a consolidarla como una voluntad buena. En este ideal, nunca realizado en la tierra, el deber y el deseo, normalmente por distintos camal que no la merece. Kant considera que Dios, juez supremo, es además bueno y en un proceso infinito el alma humana, tras recibir premios y castigosinos, se reconcilian en un estado final de felicidad idílico. 

miércoles, 6 de mayo de 2015

LA ÉTICA DE KANT 1/2 (VIDEO)


 
LA ÉTICA DE KANT

1.EL HECHO DE LA MORALIDAD

            En la crítica de la razón pura especulativa Kant parte de un hecho incuestionable: la ciencia de Newton. Es un hecho que sabemos a priori y de manera absoluta cosas de los objetos. Es un hecho que cada vez sabemos más cosas de los objetos. Estas eran las dos características que a Kant le parecían indiscutibles en la ciencia, es decir, la ciencia es sintética y a priori. Luego se preguntaba cómo era esto posible: saber con independencia de la experiencia, a priori, algo sobre los objetos. Esto era posible porque el hombre, la razón pura del hombre, manipula de alguna manera lo que conoce. Imprime una forma a los objetos y esta forma luego dice que es del objeto, pero lo cierto es que el sujeto la ha imprimido antes en el objeto. Es decir, que conocemos a priori lo que antes hemos puesto en el objeto. Lo que la razón pura ha puesto antes en los objetos (espacio, tiempo y categorías).

            En la crítica de la razón pura práctica Kant parte de otro hecho: la conciencia moral del hombre. ¿En qué consiste este hecho? Primeramente consiste en que todos los hombres estamos capacitados para juzgar las acciones humanas como buenas (convenientes, correctas) o malas (inconvenientes, incorrectas). Además podemos emitir estos juicios sin necesidad de ir a la experiencia. No es necesario que yo vea a Juan robar para poder juzgar que esta acción es mala. El hecho moral tiene pues un factor a priori, como la ciencia. Los juicios morales son, además, universales y necesarios. Asesinar no es bueno para unos y malo para otros. Es malo universalmente para todos y en todo tiempo. No podemos tampoco concebir una situación en que sea bueno asesinar, es pues necesariamente malo. Es evidente que para Kant la moral no es relativa sino absoluta.



2.LA LEY MORAL UNIVERSAL

               Igualmente que hizo Kant en la física se pregunta ahora: “¿cómo es posible el hecho moral?”. El hecho moral consiste, como vimos, en la emisión de juicios de valor universales, necesarios y por tanto absolutos y a priori. Ahora bien, si la moralidad tiene un factor a priori (y por tanto universal, necesario y de validez absoluta), tiene que ser porque la razón, en este caso en su función práctica, interviene en la construcción de estos juicios. La matemática o la física es universal, necesaria y con validez universal, porque tiene un factor a priori donde la razón interviene de manera activa con el espacio, el tiempo y las categorías.

            Ahora bien, lo único que puede aportar la razón son formas vacías de contenido. La razón en su uso práctico aporta una forma a priori de la moralidad que viene a explicar el hecho moral tal como lo entiende Kant. Esta forma a priori de la moralidad se denomina ley moral universal o imperativo categórico, y se enuncia de varias formas: “Obra de tal modo que la máxima que rige tu conducta sea deseable aplicarla como ley universal a toda la humanidad” o bien, “considera siempre a un ser humano como un fin y nunca como un medio”.

            Esta ley universal que pone la razón no nos dice qué hacer; pero nos da la pista para saber qué hacer en cualquier situación. Ante una circunstancia en que nos planteemos robar a otra persona, por ejemplo, la razón no nos dice “no robes”. No nos lo dice al menos directamente. Nos dice solamente que actuemos de modo que la máxima de nuestro comportamiento, en este caso robar, sea deseable que la siguiese todo el mundo. Es decir, nos propone un experimento mental. Veamos que resulta de este experimento mental. ¿Puedo yo desear que toda la humanidad actúe conforme a esta máxima: robar, siendo mi familia, mis amigos e incluso yo mismo objeto de robo? ¿Sería, en definitiva, mejor un mundo donde todo el mundo robase o fuese lícito robar? No, no puedo desear esto, luego deduzco que no se debe robar. De igual modo deducimos que no se debe asesinar, mentir, etc. Es por esto por lo que todos coincidimos en considerar que robar, asesinar o mentir es malo, porque se basa en una ley universal que proviene de la razón en su aspecto práctico y está, como el espacio, el tiempo y las categorías, presente en todo ser humano. Tanto la ley universal como los mandatos que se derivan de ella son denominados por Kant como imperativos categóricos.


3.ACCIÓN MORAL E INMORAL

 La acción moralmente correcta

               Imaginemos un tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño que le demanda un caramelo. Si el tendero, aun pudiendo, no engaña al niño indefenso, consideraremos que su acción es virtuosa. En este caso el tendero ha realizado su acción por respeto a la ley universal y obedeciendo el imperativo categórico de no robar incondicionalmente. Toda acción que se realiza por deber, obedeciendo al imperativo categórico, es una acción moralmente correcta desde el punto de vista de Kant.

 La acción inmoral contra la ley

            Si el tendero en cuestión roba efectivamente al niño actuando en contra de un imperativo categórico que le indica no robar, la acción es claramente inmoral o moralmente incorrecta. Toda acción regida por un imperativo hipotético y en contra del deber es una acción inmoral.

La acción inmoral conforme a la ley

               Imaginemos otro tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño indefenso que le reclama un caramelo. En la tienda y contemplando la escena se encuentra una señora que espera su turno. El tendero no engaña al niño (no le cobra de más), pero lo que guía su acción es la posibilidad de que la señora que ve la escena pueda comprobar que su acción es honrada y él una persona honesta. Si engañase al niño y la señora lo viese y lo contase a todos los futuros clientes su negocio iría a la ruina. El tendero ha hecho algo inmoral y su acción no tiene mérito alguno. Digamos que su acción es conforme a la ley moral, sin contradecir la ley, pero no por la ley. Su acción se ha guiado por un imperativo hipotético: “si quieres que tu negocio marche bien, no robes al niño”. Toda acción que se rige por un imperativo hipotético, pero conforme a la ley moral, como en este caso, es también una acción inmoral.


4. AUTONOMÍA Y FORMALISMO

            Antes de Kant todas las teorías éticas eran materiales. Toda ética material propone unos contenidos: un fin de nuestras acciones y unas normas para alcanzarlo; se rige, además, por imperativos hipotéticos y el hombre aparece como esclavo y determinado por inclinaciones y factores externos constituyendo una moral heterónoma.

               Consideremos un ejemplo de moral material: la moral hedonista de Epicuro. Propone Epicuro un contenido concreto: el fin del hombre es el placer y si queremos alcanzarlo debemos seguir ciertas normas; comer con mesura, por ejemplo. Es evidente que la ética de Epicuro se rige por imperativos hipotéticos: “si quieres el placer, come con moderación”. Además, la ética de Epicuro considera al hombre esclavo de cosas externas y de su  propia inclinación o deseo, en este caso el placer. Es una moral heterónoma. El hombre no se da a si mismo la ley por la cual se rige.
            La ética de Kant es formal, no propone contenidos, ni fines a seguir ni normas para conseguirlo, sólo propone una forma vacía: la ley universal de toda moralidad. La acción moral se realiza incondicionalmente, por respeto a la ley moral, siguiendo el mandato de un imperativo categórico: “no robes o no asesines. No porque quieras ser feliz o no ir a la cárcel, sino porque no debes hacerlo, sin más”. La moral kantiana es además autónoma. El hombre se da a sí mismo la ley y no se somete a factores externos a su voluntad como el deseo, el instinto u otra inclinación ajena a la razón. El hombre es pues verdaderamente libre. 

sábado, 23 de febrero de 2013

LA FILOSOFÍA DE DESCARTES



LA FILOSOFÍA DE DESCARTES
1.LA ESCOLÁSTICA 
La filosofía escolástica tomista estuvo vigente desde el siglo XIII hasta principios del siglo XVII. La filosofía se centraba básicamente en cuestiones teológicas, y el conocimiento se basaba en la autoridad de Aristóteles, el Papa y la Biblia. Dios había creado el mundo y había puesto a la Tierra en el centro del universo. El cosmos estaba dividido en una región terrestre, corruptible e imperfecta, y una región celeste, incorruptible y perfecta. En la región celeste el Sol, la Luna y los demás planetas giraban alrededor de la Tierra en órbitas circulares con velocidad constante. En el siglo XVI Copérnico pone al Sol en el centro del cosmos, y la Escolástica medieval entra en crisis. A principios del siglo XVII, gracias a las investigaciones de Johanes Kepler, las órbitas de los planetas dejan de ser circulares y uniformes y pasan a ser elípticas. Y Galileo observa con su telescopio cambios e irregularidades en la región celeste. Todos estos conocimientos propiciaron finalmente el derrumbamiento de la Escolástica medieval. 

sábado, 30 de junio de 2012

LA FILOSOFÍA DE ROUSSEAU

 

Estado de naturaleza
Rousseau considera la civilización a partir de un modelo degenerativo. La historia de los hombres deviene desde un idílico Estado de Naturaleza hasta la Civilización corrupta del Antiguo Régimen. Sin embargo, para Rousseau el Estado de Naturaleza no es algo histórico, es más bien un “artificio”, una “construcción mental” o una hipótesis de trabajo. Se trataría de imaginar cómo sería la vida del hombre al margen de toda sociedad organizada y de toda noción de Estado. Según Rossseau, el hombre en el Estado de Naturaleza es naturalmente inocente, solitario, libre e independiente. El apareamiento se produce por encuentros casuales y la relación madre-hijo perdura hasta que el niño puede valerse por sí mismo. Los hombres viven en el presente, sin noción de futuro. Su mayor preocupación es la propia conservación y la supervivencia. Son egocéntricos, pero su egocentrismo se ve compensado por su “compasión natural”: sienten espontáneamente piedad ante las penurias de otros seres humanos. En el Estado de Naturaleza los deseos de los hombres coinciden con sus necesidades naturales y por tanto son limitados, simples y se satisfacen fácilmente. Cierto que hay desigualdades de tipo físico como la edad o la fuerza, pero dada la simplicidad de las necesidades, la independencia de los individuos y la abundancia de bienes, dichas desigualdades no son objeto de competencia ni son por tanto determinantes para la supervivencia.

miércoles, 2 de marzo de 2011

LA FILOSOFÍA DE KANT

Comenzamos con una breve introducción.




A continuación la explicación del profesor Fernando Savater sobre la filosofía de Kant. Espero que os resulte interesante.

Y para finalizar, una contraposición de la ética de Kant con la ética utilitarista que puede resultar muy clarificadora:
Ejercicios y test sobre Kant

domingo, 20 de febrero de 2011

HUME, SHREK Y LAS CEBOLLAS


Hume, el yo y las cebollas por jesuspalomar

¿Qué tienen que ver los ogros, Hume y las cebollas? Más de lo que a simple vista parece. Veamos.

Shrek dice que los ogros son como las cebollas, pues tienen capas. Pero es evidente que si quitamos una a una cada capa de la cebolla deberíamos encontrar al fin la cebolla. O sea, que siendo rigurosamente empiristas tras la última capa de la cebolla deberíamos ver la cebolla, ¿no es eso? No obstante, todos sabemos que no encontramos allí a la cebolla. Sorprendente, ¿verdad? Lo mismo podría decir Hume sobre las personas. Es decir, sobre cada uno de nuestros “yoes”. El yo es complejo, como las cebollas. O sea, tiene capas.

Todos pensamos que existimos como una entidad sustancial e individual. Juan es distinto de Pedro y ambos son sustancias diferentes a mí mismo.

¿Qué queremos decir con la idea de yo? Por yo entendemos un soporte, una identidad indisoluble que no cambia nunca y que sirve para unir diversas experiencias que constituyen mis experiencias y no tus experiencias. Aunque yo tenga pertenencias diferentes en el tiempo y diversas experiencias yo soy distinguible de ellas. El cuerpo, las vivencias, el carácter, son míos, me pertenecen, pero no soy yo. Esto es, son capas del yo.

¿La idea de yo tiene una referencia empírica? ¿se corresponde con alguna impresión? Hume se propone encontrarse a sí mismo en esta introspección psicológica, pero sólo encuentra impresiones e ideas que se suceden en el tiempo y no ese algo sustancial que une las impresiones. Yo tengo ahora un dolor de muelas, acto seguido la impresión compleja de un libro que leo, después la impresión simple de un ruido que rompe mi concentración en la lectura, posteriormente un recuerdo agradable de la niñez. Estas impresiones e ideas que digo tener y que parecen pertenecerme no soy yo. Son mías. El yo es lo que une las vivencias. Pero el análisis me revela que hay vivencias, pero no el yo (la sustancia o el soporte que las une).

Una vez que hemos quitado una a una las capas del yo, resulta que el yo es como la cebolla. Algo misterioso que no podemos constatar empíricamente.

miércoles, 16 de febrero de 2011

LA FILOSOFÍA DE DAVID HUME

Aquí os dejo un documental sobre la filosofía de David Hume. Espero que os resulte interesante y esclarecedor.