Definir el término filosofía de forma satisfactoria es una tarea difícil. No obstante, existe otro modo de acercarnos a lo que la filosofía es. Ante la imposibilidad de conocer o definir existe la posibilidad de reconocer.
Ante la propia vida existen dos actitudes que son posibles adoptar. Por un lado la actitud conformista, crédula y tranquilizadora o bien todo lo contrario, la actitud inconformista, inquieta y de sospecha. La primera la denominaremos actitud religiosa, aunque no hace falta ser religioso para adoptarla. A la segunda actitud filosófica propiamente dicha, y no sólo los filósofos la adoptan. Con un mínimo de atención todos podemos reconocer dicha actitud cuando se da en nosotros mismos o en los demás.
Cuando nos instalamos en la actitud religiosa el mundo nos parece que es como debe ser, la realidad dada por la tradición, la opinión general o la autoridad (lo dicho por un sabio o presunto sabio) es asumida como correcta. Los problemas cuando aparecen son seguidos mecánicamente por sus soluciones. Desde la actitud vital filosófica todo es sospechosos. Todo esconde un posible problema. La actitud filosófica es aquella que insiste en problematizar la realidad dada en todos sus niveles. El filósofo es quien busca los tres pies al gato, quien busca problemas donde aparentemente y sólo aparentemente no los hay. Quien no se conforma con las soluciones que vienen dadas por la opinión generalizada, la tradición o la autoridad e indaga por su propia cuenta. Es en definitiva la actitud crítica ante la realidad. El filósofo pone el énfasis en el problema porque es el primer paso para la solución. La actitud religiosa se instala en la solución y evita así el problema.
Imaginemos que el científico que puso en marcha el experimento de los monos y el plátano ha desactivado ya el mecanismo por el cual el agua fría cae sobre ellos. Después de todo ha pasado ya mucho tiempo y las cosas suelen cambiar insensiblemente, sin darnos cuenta. Así ocurre con las primeras razones que pusieron en marcha muchas de nuestras ancestrales tradiciones y costumbres. Muy probablemente entre los monos habrá alguno un poco más listillo, pero que sin embargo admita que no se deben coger los plátanos. Bueno, los muy listos también pueden equivocarse en algunas cosas, ¿no?
¿Por qué no debo coger el plátano? Porque el mono más listo del grupo así lo dictamina y porque los otros monos me pegarán. ¿Y por qué me pegarán? Porque siempre ha sido así. ¿Y tú, por qué me pegarás cuando intente coger el plátano? No sé, eso es lo que hacen todos, ¿no?
Si el mono sigue preguntando seguro que tendrá problemas. En fin, nada nuevo. Ya sabemos que la actitud crítica no siempre es la más cómoda.
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