LA ESCUELA CÍNICA
En la historia del vestido aparece, de cuando en cuando, el «look» del harapiento, y siempre notamos que el descuido de la vestimenta se une una precisa elección de vida. Por citar nombres, ahí están los bohemios de todas las épocas, los hippies y, los últimos pero no los peores, los actuales punkies. Modas culturales aparte, un ejemplo clásico nos lo ha ofrecido siempre el vagabundo instruido, el que prefiere dormir al aire libre, tal vez bajo un puente del río, antes que rebajarse a compromisos con el mundo del trabajo. Y bien, sin querer meter a todos los gatos en un mismo saco, no puede menos que notarse que en todos estos movimientos hay siempre una irreprimible necesidad de vida sencilla y libertad. Y es precisamente ésta la clave de lectura para aproximarse al pensamiento de los cínicos de la Antigüedad.
Los cínicos consideraban que
la felicidad se encontraba en una vida natural y, por ende, libre. Y
el hombre siempre aparecía ante ellos como demasiado artificial, y
esclavo de demasiados convencionalismos sociales. Es artificial el
vestido lujoso, comer con cubiertos, vivir en una casa y todos los
convencionalismos sociales. Primero se fijaron en los niños. Desde
luego un niño es más natural que un adulto. Pero incluso los niños
ya estaban demasiado corrompidos por la sociedad para serviles de
modelos. También ellos viven en casas, se visten con demasiadas
prendas y asumen las costumbres de sus padres. De modo que su modelo
acabó por ser el perro callejero. Un perro sí que es natural. Y
libertario. Hace lo que le apetece en todo momento. Por eso se
llamaron a sí mismos perros, kinos,
es decir, cínicos o perrunos.
La felicidad, para los
cínicos, se puede alcanzar sólo a través de la sencillez y
autosuficiencia. Y los perros le resultaban, al parecer, muy
sencillos y autosuficientes. El cínico verdadero no será nunca
esclavo de sus necesidades físicas y emotivas, no sentirá nunca
temor ante el hambre, el frío y la soledad, y no tendrá jamás
deseos de sexo, de dinero, de poder o de gloria. Si parecen a veces
un poco locos, es sólo porque han elegido un modelo de vida
totalmente opuesto al adoptado por la mayoría. Una vez hecho el
descubrimiento de que los máximos valores de la existencia son los
del alma (de la psyché),
el cínico ejerce una crítica destructiva en el terreno de los
valores tradicionales. Antístenes y Diógenes fueron los exponentes
más famosos de esta escuela.
Antístenes
fue el fundador de la Escuela. Nació en Atenas en el año 446 antes
de Cristo, y dijo una vez:
«Aunque pobre en apariencia, tengo tantas posesiones que hasta me
cuesta encontrarlas: duermo, como y bebo donde más me place, y tengo
la impresión de que todo el mundo me pertenece. Para que los
alimentos se vuelvan más deseables, exploto mi propio apetito: me
abstengo de comer durante un tiempo y, después de un solo día de
ayuno, cualquier alimento que me llevo a la boca me parece de
grandísima calidad. Cuando mi cuerpo siente necesidad de amor, me
uno a una mujer fea, y así ella, como ninguno la desea, me acoge con
grandísima alegría. En resumen, lo importante, amigos míos, es no
sentir necesidad de nada»
Diógenes de Sinope fue
el discípulo aventajado de Antístenes. Nació en el año 404 antes
de Cristo. De él se sabe que vivía en un tonel y que se paseaba
con un farol encendido, incluso de día, diciendo en voz alta: "Yo
busco al hombre", es decir, al verdadero hombre natural.
Evidentemente no lo encontró jamás. El perro callejero le parecía
sin embargo el ser verdaderamente natural, como ya dijimos.
Archiconocido es su encuentro con Alejandro Magno. El rey recorría a
caballo una calle de Corinto, cuando lo vio sentado en unas escaleras
tomando el sol, le dijo:
¾Yo
soy Alejandro Magno. ¿Quién eres tú?
¾Diógenes
el Perro.
¾Pídeme
lo que desees.
¾Apártate,
que me tapas el sol.
El
gran Alejandro se quedó con un par de narices al escuchar aquella
respuesta.
Las
necesidades primarias de Diógenes se reducían al mínimo
indispensable: un manto por toda vestimenta y por lecho, tanto en
verano como en invierno, un cuenco para comer y un tazón para beber.
Un día, sin embargo, al ver a un niño poner las lentejas
directamente sobre el pan, arrojó el cuenco, y cuando vio al mismo
niño beber en el hueco de la mano, arrojó también el tazón. Como
todos los cínicos, sentía una sana desconfianza ante el placer. Una
noche, encontrándose con un amigo que iba a un banquete, le gritó:
"Volverás peor". El aprecio que sentía por su prójimo no
era muy alto: una vez lo vieron mientras interrogaba a una estatua. A
la pregunta de por qué lo hacía, respondió: "Me entreno para
preguntar en vano." A Diógenes, desde luego, no le faltaba el
sentido del humor. Un día en que asistía a la ejercitación de un
arquero particularmente incapaz, fue a sentarse junto al blanco, y
dijo: «este
es el único lugar donde me siento seguro»
Otra vez, encontrándose en una hermosísima finca, rica en alfombras
y sofisticados objetos , le escupió a la cara al propietario;
inmediatamente, le limpió el rostro con el manto y le pidió
disculpas diciendo que no había encontrado en toda la casa un lugar
tan feo como para escupir.
En
el curso de su larga vida le tocó pasar por experiencias de todo
tipo: un día, cuando era viejo, mientras navegaba a lo largo de la
isla de Egina, fue capturado por el pirata Escirpalo. Éste le llevó
a Creta y le puso a la venta en el mercado de esclavos. Cuando el
pregonero le preguntó qué sabía hacer, respondió: «Mandar a los
hombres». Y cuando vio que un tal Seníades, un caballero cargado de
joyas, lo miraba con interés, agregó: «Véndeme a ese pobre
hombre, pues, tal como va ataviado, me parece que tiene urgente
necesidad de un amo» Seníades lo compró y Diógenes se quedó en
su casa, hasta el final de sus días, en calidad de instructor de sus
hijos. Se suicidó a los noventa años, conteniendo la respiración.
A modo de conclusión
Así
como hay diferencias entre individuos, así también hay diferentes
maneras de entender la vida y la felicidad; todas las lecciones de
los filósofos podían servirnos en parte y cada uno de nosotros
puede tomar de ellas lo que quiera, adaptándolo a su forma de ser.
Bien mirado, ningún libro ni ninguna doctrina puede garantizarnos la
felicidad. No hay recetas para ello. Cada uno tiene que pensar lo que
necesita para ser feliz y qué es lo que verdaderamente quiere,
aunque no esté mal oír los consejos de los filósofos. A pesar de
las diferentes opiniones, sorprende sin embargo una cierta
coincidencia entre todos ellos: en general, la felicidad no era un
asunto de tener
esto o lo otro, sino más bien de ser
de una cierta manera y de adoptar ciertas actitudes vitales frente a
la vida y las cosas, día a día, momento a momento. Saber eso
tampoco era poco.
Tareas sobre el TEMA : La escuela cínica.
-Hacer un resumen del tema que ocupe entre una y dos caras.
Preguntas:
-Hacer un resumen del tema que ocupe entre una y dos caras.
Preguntas:
1/¿De
dónde viene la palabra cínico
y que quiere decir?
2/
a)¿Qué seres tomaron como modelo los cínicos para alcanzar la
felicidad:
1)gatos
2)niños 3)hombres de negocios 4)perros
b)¿Por
qué?
3/ ¿Quién inició el pensamiento cínico?
4/¿Qué
hacía Antistenes para que los alimentos le fueran más deseables?
5/
¿Qué hacía Antistenes cuando su cuerpo necesitaba de amor?
6/
¿Dónde vivía Diógenes?
7/
¿A quién buscaba insistentemente Diógenes mientras alumbraba con
un farol?
8/Reproduce
el diálogo que Diógenes tuvo con Alejandro Magno.
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