En el tema
anterior hicimos una distinción entre moral y ética. Y dijimos que
cuando lo que consideramos que se debe hacer es fruto de una
reflexión o de un pensamiento, nos solemos referir al pensamiento y
a las normas que se derivan de él como ética. Hay distintos tipos
de éticas. Por ejemplo, las éticas que buscan la felicidad o éticas
eudemonistas. Eudemonía se suele traducir por felicidad o
buena vida. Y eudemonismo serían entonces las éticas que
reflexionan sobre qué es este bien, buena vida o felicidad, y se
proponen elaborar normas básicas para alcanzarlo. La ética de
Epicuro es eudemonista.
Epicuro fue un
filósofo griego que vivió entre los siglos IV y III a.C. A los 35
años se estableció en Atenas, donde fundó su propia escuela de
filosofía, conocida con el nombre de El Jardín, famoso no
sólo por la enseñanza de la filosofía, sino también por el
cultivo de la amistad y por la participación, no sólo de hombres
(como era normal en otras escuelas de filosofía en Grecia) sino
también de mujeres. Epicuro tenía una visión hedonista de la vida.
La palabra “hedonista” procede del vocablo griego hedoné, que
significa placer. Y, efectivamente para Epicuro la felicidad se
reducía al placer y a la ausencia de dolor. Y es que, según
Epicuro, todos los seres humanos buscan mediante sus acciones lo
mismo: evitar el dolor y alcanzar el placer. La prueba de que algo es
bueno es que produzca placer, y la prueba de que algo es malo es que
produzca dolor. Sin embargo, Epicuro reconocía que esto no era tan
sencillo, pues hay cosas o acciones, como por ejemplo una borrachera,
que pueden producir un placer inmediato, pero luego la resaca pueden
producir un dolor mayor. Igualmente hay cosas, como por ejemplo
preparar un examen de matemáticas un domingo por la tarde, que
pueden suponer cierto sacrificio, pero que son necesarias para
alcanzar un placer o un bienestar mayor y más duradero (la
satisfacción de aprobar, por ejemplo, o la posibilidad de estudiar
la carrera que deseo). En estos casos, ¿qué es lo que debemos
elegir? Epicuro lo tenía bastante claro: hay que elegir siempre
aquellas acciones que nos reporten un placer mayor y más duradero y
que nos eviten la mayor cantidad posible de dolor. El secreto de la
felicidad está entonces en el sabio cálculo de las consecuencias
que se siguen de nuestras acciones, de cara a evitar la mayor
cantidad posible de dolor y alcanzar el placer más duradero. Hay que
insistir en que, para Epicuro, tan importante para la felicidad era
alcanzar el placer como evitar el dolor. De ahí que, según él, ni
banquetes ni juergas constantes dan la felicidad, si no van
acompañados de la prudencia que no es otra cosa que el sabio cálculo
de las consecuencias que se siguen de cada acción.
Cuando Epicuro hablaba
del placer no se refería exclusivamente a los placeres materiales o
del cuerpo, sino también a los placeres espirituales o del alma,
tales como los que se siguen del cultivo de la amistad o de la
práctica de la filosofía, que eran placeres más duraderos y por
tanto más deseables que los placeres del gusto, del tacto o de la
vista.
Igualmente, al hablar
de la ausencia de dolor, Epicuro pensaba no sólo en el dolor físico
(una enfermedad o un castigo físico), sino también en el dolor
espiritual o afectivo que nace de todas aquellas cosas que alteran la
paz del alma y nos hacen vivir intranquilos o insatisfechos. De ahí
que para Epicuro, la felicidad consistía fundamentalmente en
alcanzar un estado de placer reposado y duradero, ahuyentando las
penas y las preocupaciones que perturban nuestra paz. Por supuesto
que eso no quería decir que hubiera que renunciar a los placeres de
la buena mesa, del buen vino, etc., pero sí era necesario
ordenarlos y supeditarlos al máximo placer: el bienestar físico y
espiritual duradero. Epicuro usó una extraña palabra para referirse
a ese estado de paz y felicidad: ataraxia. La ataraxia de la
que hablaba no era ni más ni menos que un estado duradero de
equilibrio, tranquilidad y serenidad del alma, de bienestar físico y
espiritual basado en un placer estable y tranquilo, lejos de toda
preocupación e inquietud.
Alcanzar la ataraxia
era alcanzar la verdadera felicidad. Pero ¿cómo lograrlo? Epicuro
puso la filosofía al servicio de ese fin con el objetivo de eliminar
los miedos y los temores que perturban el alma de los hombres y nos
impiden vivir felices y tranquilos.
Los
miedos fundamentales, según Epicuro, eran cuatro: a la muerte, al
dolor físico, al destino y a los dioses. Para evitar estos temores
Epicuro propone el cuádruple remedio, el tetrafarmakon.
Veamos en qué consiste: Epicuro trató de combatir el miedo a la
muerte mediante un famoso argumento filosófico:
«A
la muerte no hay que temerla, pues cuando estamos vivos no tenemos
sensación de la muerte y, por tanto, no la sentimos. Y cuando
estamos muertos, no tenemos sensación alguna y, por tanto, tampoco
la sentimos».
No
hay que temer al dolor corporal.
Cuando es intenso dura poco y cuando dura más tiempo es menos
intenso. En ambos casos es soportable. Si el dolor fuese muy intenso
y duradero moriríamos. Pero a la muerte, fin de todo dolor, no hay
que temerla como ya vimos anteriormente. No
debemos temer el futuro.
Nuestro destino no está "escrito", y si lo estuviera, no
podríamos saber qué sucederá. El cuarto miedo que Epicuro combatió
fue el miedo a los dioses, a sus enfados, castigos y represalias.
Para ello, Epicuro trató de convencer a la gente de que los dioses,
en el supuesto de que existan (pues Epicuro lo pone en duda),
deberían de ser tan perfectos que no se preocuparían por los
insignificantes asuntos humanos. Y mucho menos para castigarnos.
Epicuro
recomendaba asimismo apartarse de la política. La vida privada
tranquila, sin excesos, sin participar en la agitación de la vida
pública, dará las mejores condiciones para alcanzar la felicidad.
Así, la vida moral es fundamentalmente individual
y
la única relación que se debe apreciar entre los individuos es la
de la amistad, una relación libre y natural. Tampoco era Epicuro muy
partidario del matrimonio.
Sin embargo, el
secreto más importante para alcanzar la felicidad consistía en
reducir nuestros deseos y nuestras necesidades a lo indispensable,
con el fin de alcanzar la autosuficiencia y evitar todas las
preocupaciones e inquietudes que nacen en el alma cuando deseamos
poseer o disfrutar aquello que no tenemos o que cuesta trabajo y
sufrimiento alcanzar. En realidad, pensaba Epicuro, el ser humano
necesita muy pocas cosas para ser feliz, pues sus verdaderas
necesidades son escasas: comida, vestido, calzado, un techo bajo el
que cobijarse y afecto sincero. Epicuro lo tenía claro: no es más
feliz el que más tiene, sino el que menos cosas necesita.
El significado de esta
última frase de los epicúreos es la que parece expresarse en el
famoso cuento titulado La camisa del hombre feliz. Se cuenta
que en un lejano reino vivían hace muchos años un rey y una reina
que tenían una hermosa hija. Un día, la bella princesa contrajo una
extraña enfermedad que parecía incurable. Los médicos de palacio
lo intentaron todo: yerbas, ungüentos, pócimas, etc., pero la
princesa se moría. Finalmente, el más viejo y sabio de los médicos
dio con la solución: a la princesa sólo podía salvarla el contacto
con una camisa de un hombre feliz. Inmediatamente todos los soldados
del reino se pusieron manos a la obra en busca de un hombre feliz
para pedirle su camisa y salvar así a la moribunda y hermosa
princesa. Recorrieron ciudades, pueblos y aldeas, pero nadie se
consideraba lo bastante satisfecho y contento con la vida como para
declararse enteramente feliz. Encontrar a una persona feliz no era
tan fácil como parecía a primera vista. Casi desesperados de su
búsqueda, unos servidores del rey llegaron a una aldea donde unos
campesinos les dijeron que en las montañas, cerca de aquel lugar,
vivía un hombre verdaderamente feliz. Salieron a toda prisa en su
busca y al fin lo encontraron. Vivía solitario en una cueva y
llevaba barbas y pelo largo. Y sin embargo, parecía y era realmente
feliz. ¡Por fin habían encontrado a un hombre verdaderamente
feliz! Pero, he aquí que, al pedirle su camisa, el hombre feliz se
extrañó sobremanera y dijo: “Yo no tengo camisa, porque jamás la
he necesitado”. Desgraciadamente para la princesa, el hombre feliz
no tenía camisa. Pero tal vez ahí estaba el secreto de la
felicidad, en no necesitar apenas cosas.
Tareas sobre el tema:
La felicidad y el
placer
Escribe un resumen del tema que ocupe entre una página y dos páginas.
Escribe un resumen del tema que ocupe entre una página y dos páginas.
1/
¿Dónde y cuándo vivió Epicuro?
2/¿Cómo
se llama la escuela filosófica de Epicuro?
3/
¿De qué vocablo griego proviene el término “hedonismo”? ¿Qué
significa?
4/
¿En qué consiste la felicidad para Epicuro?
5/
El miedo imposibilita a las personas para el placer y la felicidad:
¿Cuáles son los cuatro miedos que suelen estar presentes en la
mayoría de los hombres?
6/
¿Según Epicuro, qué actividades son convenientes para alcanzar la
felicidad y cuáles no lo son?
a)el
matrimonio b)comer moderadamente c)escuchar música
d)la
política e)la amistad e) la
conversación filosófica
7/¿Qué
enseñanza aporta el cuento “La camisa del hombre feliz”?
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